Son sin duda las primeras horas las que dotan a los lugares de una atractiva singularidad. La luz, el viento, los aromas, el acento en el habla de las gentes...
Te embriaga la emoción de una página en blanco, la tentación de dejarte llevar y fluir como un leucocito más del sistema circulatorio local, transportando oxígeno inmaculado por sus calles y plazas hasta que el aire vuelva a enrarecerse, señal inequívoca de que llega la hora de la partida.
Te embriaga la emoción de una página en blanco, la tentación de dejarte llevar y fluir como un leucocito más del sistema circulatorio local, transportando oxígeno inmaculado por sus calles y plazas hasta que el aire vuelva a enrarecerse, señal inequívoca de que llega la hora de la partida.
Para entonces, te habrás bebido hasta la última gota del mágico elixir del reencuentro y, con el vaso vacío, volverás a llenar una mochila con ropa sucia. Se dispondrá tu memoria a seleccionar las postales que algún día revelarán tu mano o tu voz, cuando el tiempo haya obrado implacablemente sobre los recuerdos hasta determinar los que son dignos de tal proceso.
... y será justo después, en el purgatorio de cabinas y vagones, cuando obtengas de nuevo un pasaporte para el reencuentro.
Barcelona, 13 de junio de 2010.
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