Bienvenidos. Pasen sin llamar.

Hay cuadernos llenos, hojas que amarillean, portadas que se arrancan. El desorden de las notas en servilletas, de los versos que se intentan atrapar aunque sea en un post-it. Hay mucho por mostrar, por revelar. Está latente.
Me decido por fin a compartir buena parte de los numerosos renglones que se quedan sin musicar.
Adelante. Y por favor, no cierren la puerta al salir.

lunes, 14 de junio de 2010

Pasaporte para el reencuentro

Son sin duda las primeras horas las que dotan a los lugares de una atractiva singularidad. La luz, el viento, los aromas, el acento en el habla de las gentes...

Te embriaga la emoción de una página en blanco, la tentación de dejarte llevar y fluir como un leucocito más del sistema circulatorio local, transportando oxígeno inmaculado por sus calles y plazas hasta que el aire vuelva a enrarecerse, señal inequívoca de que llega la hora de la partida.

Para entonces, te habrás bebido hasta la última gota del mágico elixir del reencuentro y, con el vaso vacío, volverás a llenar una mochila con ropa sucia. Se dispondrá tu memoria a seleccionar las postales que algún día revelarán tu mano o tu voz, cuando el tiempo haya obrado implacablemente sobre los recuerdos hasta determinar los que son dignos de tal proceso.

... y será justo después, en el purgatorio de cabinas y vagones, cuando obtengas de nuevo un pasaporte para el reencuentro.
Barcelona, 13 de junio de 2010.

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